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La epilepsia en ancianos es una afección que merece especial atención debido a su frecuencia creciente y a la particularidad de sus manifestaciones. Comprender sus síntomas y tratamientos adecuados puede ser crucial para garantizar una calidad de vida óptima.
Tabla de contenidos
La epilepsia es una enfermedad neurológica que se caracteriza por la ocurrencia de crisis epilépticas recurrentes. Estas crisis son el resultado de una actividad eléctrica anormal en el cerebro que puede provocar una variedad de síntomas, incluyendo convulsiones, pérdida de conciencia y cambios sensoriales o de comportamiento.
La epilepsia en ancianos, aunque menos común que en los jóvenes, suele estar asociada a otras condiciones médicas como el accidente cerebrovascular y el Alzheimer.
La epilepsia en ancianos puede manifestarse de formas diversas. A continuación, explicaremos los más comunes:
Es importante tener en cuenta que estos síntomas no son exclusivos de la epilepsia y pueden ser causados por otras afecciones médicas.
Si un anciano presenta alguno de estos síntomas, es fundamental buscar atención médica para obtener un diagnóstico adecuado y determinar el tratamiento adecuado.
El tratamiento de la epilepsia en ancianos suele ser un desafío debido a la presencia de otras enfermedades y a la sensibilidad a los efectos secundarios de los medicamentos.
Por lo general, el tratamiento se basa en medicamentos antiepilépticos para controlar las crisis. Sin embargo, en algunos casos, pueden ser necesarios ajustes o cambios de medicación para minimizar los efectos secundarios y mantener un buen control de las crisis.
Por ello, es importante que la decisión del tratamiento debe ser individualizada y consensuada entre el médico, el paciente y sus cuidadores.
Existen varios tipos de crisis epilépticas, pero en los ancianos son más frecuentes las crisis focales, las cuales, ocurren en un área específica del cerebro. Sin embargo, debes saber que existen otro tipo de crisis, los cuales explicaremos a continuación:
También conocidas como «petit mal», son crisis breves que se caracterizan por una interrupción repentina de la conciencia. Durante estas crisis, la persona puede detenerse en medio de una actividad, quedarse mirando fijamente y tener una expresión facial en blanco. Por lo general, duran solo unos segundos y la persona no recuerda lo sucedido.
Son las crisis más reconocibles y dramáticas. Se conocen comúnmente como «gran mal» o convulsiones. Durante estas crisis, la persona puede perder el conocimiento, caer al suelo y experimentar rigidez muscular seguida de movimientos convulsivos.
También pueden presentarse mordeduras en la lengua, pérdida de control de la vejiga o el intestino y respiración dificultosa. Estas crisis pueden durar varios minutos y dejar a la persona cansada y confundida después.
También llamadas crisis focales, se originan en una parte específica del cerebro. Durante estas crisis, la persona puede experimentar sensaciones inusuales, como olores extraños, sensaciones en el estómago o cambios en la percepción visual o auditiva.
También pueden presentarse movimientos involuntarios de un grupo muscular o distorsiones en los sentidos. La conciencia suele permanecer intacta durante estas crisis.
Son similares a las crisis parciales simples, pero durante estas crisis, la persona puede experimentar una pérdida de conciencia o un estado de confusión. Además, pueden realizar movimientos repetitivos, como chasquear los labios, masticar o mover las manos de manera repetitiva. Y lo más normal, es que después de la crisis, puedan sentirse confundidos o cansados.
La epilepsia vascular en ancianos es un tipo de epilepsia que se produce como resultado de un daño cerebral causado por un accidente cerebrovascular. Los estudios indican que hasta un 30% de las crisis epilépticas de inicio tardío pueden estar relacionadas con un ictus previo.
En estos casos, el tratamiento requiere una gestión adecuada tanto de la epilepsia como del riesgo de nuevos accidentes cerebrovasculares.